Sunday, February 01, 2009

Cambiar la Mirada





Cuantas veces escuchamos lo del vaso medio lleno o medio vacío, o que de un lado de la vereda o del otro, o si blanco o negro o tantas dualidades que  poco dicen.
¿Será que tán escaso es lo que logran decir las palabras?
Y menos aún logran hablar al oído del alma que poco comprende ella de gramática.
Mirar.
Qué de velos nublan la mirada y que miopía sufre el corazón.
 Mirar.
"Es que no vemos nada de nada…" leí alguna vez, creo que el texto fue atribuido a Borges pero en ese entonces no comprendí nada de nada igual.
Mirar.
Observar en calma una pintura o descubrir la profundidad que habita en una mirada o la expresividad que encierra un gesto, o el universo que vive en una arruga trazada en la piel.
Mirar.
Y que no sean los ojos quienes capten la impresión sino que sea nuestra alma quien se sirve de ellos para apreciar el brillo, el sosiego profundo, la vida vibrando o una simple hoja que cuando está seca, cae, como que murió.
Si lo que importa es solo la vida. No importan ni formas ni colores, ni las líneas ni los cálidos o los complementarios. Solo importa la vida que vibra viva, el pulso que palpita, esa euforia que se grava en un lugar recóndito de nuestro ser y ahí se esconde y permanece invisible.
Mirar. Hablo del arte. Aunque yo nada sepa lo que es el arte. Como tampoco conozco de las profundas leyes humanas, ni los códigos que los hombres establecen, ni sus criterios ni de nada de nada.
Sí, con fervor creo en la estupidez humana y de la misma manera me maravilla toda su sabiduría que puede permanecer escondida.
Sí, siento que mi alma en el arte ella cree. Entonces como un juego llamare al arte: Arte. Arte como concepto universal que abarca todo lo que cada individuo él defina.
Entonces: 
¿qué es Arte? 
Es Arte la melodía que repiquetean las campanas, el crepúsculo en Estambul cuando rezan sus mezquitas, es Arte el niño trepando a una hamaca en el parque Güel, la foto en la plaza Tianammen, el fervor de Buenos Aires, el beso con amor de dos jóvenes recostadas a orillas del Sena, todo lo dulce, mágico y duro que contiene NY.
Entonces comprendo que el Arte no está en obra ninguna, sino en lo sutil que habita en el espíritu que logra captarlo, en esa Alma que tiembla y que bulle y gime y después por fin esa alma llora. Llora por el encierro, por no comprender, porque como al arte, alguien siempre pretende definirla con el sin sentido de las limitadas palabras. 
Santiago de León